Algo que Leer: Los Hijos de la Tierra V - Los Refugios de Piedra

dissabte, 17 de maig del 2014




Título: Los Hijos de la Tierra V - Los Refugios de Piedra [Earth's Children V: The Shelters of Stone]
Autor: Jean M. Auel
Idioma original: Inglés
País: EUA
Editorial: Licencia editorial para Círculo de Lectores por cortesía Maeva Ediciones, S.A.
Primera Edición: 2002
Traducción: Carlos Milla Soler
Número de páginas: 849 pág
Género: Narrativa, Histórica
ISBN: 9788422697299

Sinopsis:
"Esa era la gente con la que Jondalar había crecido: su familia, sus parientes, sus amigos. Ella [Ayla], en cambio, era una desconocida, una desconocida inquietante que llegaba acompañada de animales y conocía a saber qué amenazadoras costumbres foráneas e ideas intolerables. ¿La aceptarían? ¿Y si no era así?"

Algo que decir:
Quinta entrega de la célebre saga de ambientación prehistórica Los Hijos de la Tierra, de Jean M. Auel. Me los leo de poco a poco porque se han ido volviendo cada vez un poco más pesados de digerir...

Al final del cuarto volumen, la joven pareja alcanzaba tras un largo viaje a través del glaciar la tierra de los Zelandonii, el pueblo de Jondalar.
El regreso de Jondalar cuando ya nadie parecía albergar esperanzas de volver a verlo tras varios años sin saber de él, y acompañado de una exótica joven nada menos, genera un gran revuelo en la caverna, y Ayla no tardará en comprender que integrarse en la enorme comunidad de los Zelandoni será un desafío completamente distinto a su estancia entre los Mamutoi... la tribu es de lejos la más numerosa que ha habitado hasta la fecha y, aunque el recibimiento general es bueno, no solo conseguirá forjar algunas amistades, sino también ganarse un par de enemigos.

Los Refugios de Piedra es un relato muy extenso, pero en proporción hasta el momento es el libro de la colección que se refiere a un período más corto de tiempo; con todo el ritmo de la narración vuelve a ser bastante lento, como en Los Cazadores de Mamuts: supongo que no volveremos jamás al ritmo de la primera entrega, que fue el libro más prolífico de la saga. En ésta entrega se le daba mucha más importancia al hecho de relatar cómo evolucionaban las relaciones de Ayla con el resto de integrantes de la caverna y en qué modo sus particulares circunstancias conseguían distintas reacciones a medida que se iban haciendo públicas. Ayla destaca nuevamente como la solucionadora de problemas ajenos por antonomasia, una especie de superwoman prehistórica que igual sirve para curar a un pobre desgraciado que ha sido arrollado por un rinoceronte como para solucionar un asunto de custodia sobre un bebé o para apalabrarle un empleo a un tullido; las cosas más dispares, no importa, ella puede con todas. Ese es parte del encanto del personaje, pero también es su principal punto flojo... y es que un personaje que absolutamente siempre lo hace todo a derechas a menudo obtiene la reacción adversa: y es que cae mal. Es algo que me da hasta pena, porque me gustaba mucho el personaje de Ayla al principio de la saga, pero a medida que la cosa sigue y sigue avanzando, en lugar de quererla más le cojo como manía.

Personalmente, estoy empezando a llegar a un punto bastante crucial en la lectura de ésta saga, y es ese punto en que la historia ya no te apasiona, y los personajes tampoco lo hacen, así que sigues leyéndola porque es de lo más feo dejar la colección a medias. Dicho esto: si fuera ahora, me habría quedado al terminar el primer libro y ya, que es el que realmente me gustó y aunque el final queda muy abierto está bien, porque el mensaje es básicamente optimista y la trama principal queda resuelta. Así que no, no recomiendo más Los Hijos de la Tierra como colección, basta ya; pero sigo recomendando El Clan del Oso Cavernario como libro único y auto conclusivo.


Para hacer boca (fragmento extraído de una página al azar):
"…
Escondió la cabeza en el hombro de Jondalar. Él la estrechó contra su pecho para darle consuelo. «Es difícil ser honrada por Doni -pensó-. Una bendición, pero...» Intentó imaginar qué debía sentirse llevando dentro una nueva vida, pero fue incapaz. Los hombres no tenían hijos. ¿Por qué si Doni había creado también a los hombres? Si no hubiera hombres, las mujeres podrían igualmente cuidar de sí mismas. No todas las mujeres estaban encinta al mismo tiempo, así que unas podían cazar y otras podían ayudar a las que estaban en avanzado estado de gestación o con niños muy pequeños. Las mujeres siempre se ayudaban entre ellas cuando daban a luz. Probablemente podían sobrevivir incluso sin cazar, ya que podían recolectar frutos, una tarea más sencilla para una mujer con hijos de corta edad.
Jondalar se había planteado antes esas dudas, y se preguntaba si otros hombres habían pensado también en ello. Desde luego, nunca lo había hablado con nadie. Doni debía de tener algún motivo para crear dos clases de personas: hombres y mujeres. Siempre parecía haber alguna clase de lógica en lo que Ella hacía. El mundo tenía un orden. El sol salía todos los días; la luna cumplía sus fases con toda regularidad; las estaciones se sucedían igual un año tras otro.
¿Acaso tenía razón Ayla? ¿Era necesario el hombre para que se iniciase una vida en una mujer? ¿Era ése el motivo por el que existían hombres y mujeres? Jondalar pugnaba con estas ideas mientras tenía a Ayla entre los brazos. Quería que hubiera una razón para su existencia, una verdadera razón. No sólo el disfrute de los Placeres, no sólo la función de mantener, ayudar, apoyar. Quería que su vida fuera necesaria, que el sexo masculino fuera necesario. Deseaba creer que no era posible una nueva vida sin la intervención de los hombres, que sin ellos no habría más niños, y los Hijos de la Tierra dejarían de existir.
..."

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