Autor: Christopher Moore
Idioma
original: Inglés
País: EUA
Editorial: La Factoría de Ideas
Primera
Edición: 1995
Traducción: Victoria Horrillo Maqueda
Número de
páginas: 315
Género: Novela, Romance, Comedia
ISBN: 9788498006278
Sinopsis: “La vida de los vampiros es todo
romanticismo y poesía... ¿o no?
Cuando la joven
Jody se despierta una mañana con parte del cuerpo quemado y una sed de sangre
terrible, tiene que enfrentarse a todos los aspectos prácticos de su nueva
condición: dónde dormir, cómo conseguir sangre fresca, cómo mantener el tipo
ante su madre... No parece una empresa fácil para una chica que no ha visto una
película de vampiros en su vida. Jody coge la oportunidad por el cuello...
literalmente.
La sanguijuela
de mi niña es el hilarante relato de cómo Thomas trata de vivir con la mujer
que ama... aunque ella esté muerta.”
Algo que decir:
Publicado en
EUA en 1995, fue la tercera novela de Christopher Moore y la primera de su
saga vampírica, completada con los títulos consecutivos You suck: a Love
Story y Bite Me.
"Curiosamente",
la primera parte en ser publicada en España fue la segunda novela de la trilogía; You
suck (2007), aquí traducida como ¡Chúpate esa! (2008). La primera
parte, Bloodsucking Friends, y la que nos ocupa en ésta ocasión, no fue
publicada hasta 2009 y, finalmente, la tercera y última parte de la trilogía
todavía no circula por el mercado editorial español... aunque confiamos que no
tardará mucho.
Acostumbrados
como nos tiene a su humor cabroncete, absurdo e hilarante, Moore nos deja de
nuevo más que satisfechos en ésta ocasión, con una novela que nos muestra el
lado menos estremecedor del vampirismo. Con múltiples referencias a célebres
personajes de la novela vampírica, como Drácula [Bram Stocker]
o Lestat [Anne Rice], retrata la "nueva vida" de Jody, una joven
cualquiera: pelirroja, rata de oficina, llena de miedos e inseguridades,
dependiente del sexo masculino... que repentinamente y sin saber cómo ni porqué
se ve convertida en vampira. Despierta una noche sepultada bajo un contenedor
de basura en un callejón mugriento, con una mano carbonizada y el vago recuerdo
de haber sufrido un ataque... y descubre que todo ha cambiado: repentinamente
posee una fuerza sobrehumana, la agudeza de sus sentidos raya lo absurdo, y en
lugar de consumir alimentos, se pirra por hincarle el diente al imbécil de su
novio.
De modo
que, desorientada y completamente jodida, Jody decide dejarlo todo y
abrazar ésta nueva vida, buscar un hombre que haga el trabajo sucio por ella y
la mantenga a salvo, e intentar investigar sobre su actual condición.
Las cosas
empezarán a ponerse feas cuando alguien comience a dejar cadáveres, asesinados
en circunstancias insólitas, regados por toda la ciudad, y el círculo policial
se estreche alrededor de la pareja...
A mí, como
hasta ahora todas las novelas de Moore que he leído, me ha encantado. Reúne el
punto justo de humor y de mala leche, condensado de forma muy legible y ligera
de digerir. Quizá es cierto, que la segunda parte de la trilogía, ¡Chúpate
esa!, tiene algo más de marcha, más mala leche... es más graciosa;
está claro que no es lo mismo una 3ª novela que una 10ª (Chris, eres
un gran tipo y te queremos igual), y supongo que debido a eso fue
editada en España antes que La sanguijuela de mi niña; puede que
también tuviera algo que ver en ello el que ésta fuera una producción posterior
a El Ángel más tonto del mundo y Un trabajo muy sucio, siendo
éstas las primeras novelas de Moore que pudimos disfrutar aquí en la tierra de
los ibéricos.
Para hacer boca (fragmento extraído de una página al azar):
“…
Estaba a punto de irse a vivir con
una mujer y no sabía nada de mujeres. Quizás Jody no estuviera loca, quizás
todas eran así y él era un ignorante. Echó un vistazo rápido a los índices de
las revistas para hacerse una idea general de la mente femenina.
Allí había una pauta que se repetía.
Los enemigos eran la celulitis, el síndrome premenstrual y los hombres que no
se comprometían. Los postres deliciosamente ligeros, el matrimonio y el orgasmo
múltiple eran los aliados.
Tommy se sentía
como un espía, como si estuviera microfilmando las páginas debajo de un
flexo en un cuarto oscuro de un castillo bávaro: en cualquier momento podía
entrar una mujer con el uniforme de las ss y decirle que conocía formas de
hacerle hablar. Aunque la verdad es que esto último no estaría tan mal.…”
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